En cuestiones de salud y/o alimentación nos movemos muchas veces por modas y en los últimos tiempos se habla mucho sobre si es bueno o malo o no tomar leche.

Algunas tendencias o modas tienen su base científica, pero no todo el mundo la sabe y al final, con mayor o menor acierto, todo el mundo opina.

Este es el caso de la leche y de los beneficios o perjuicios que nos puede acarrear su consumo.

Es evidente, que los casos de intolerancia a la lactosa son cada vez más frecuentes en nuestros días. Pero, antes de seguir, veamos por qué la especie humana ha seguido tomando leche a lo largo de los años.

Por qué somos capaces de digerir la leche en la edad adulta

Es verdad que el hombre es uno de los mamíferos que sigue bebiendo leche después de la lactancia materna, ya que la mayoría de los animales no son capaces de digerir la leche cuando son adultos.

Pero, aunque la naturaleza nos creó para beber solo la leche materna, muchos de nuestros antepasados, hace cientos de años, fueron desarrollando la capacidad de digerir la leche también en la edad adulta. Entre aquellos hombres están gran parte de los europeos y, en concreto, nuestros antepasados los íberos, es decir, los habitantes de la península ibérica.

La pregunta que todavía se hacen los investigadores es el porqué de esta variación genética, ya que solamente las mutaciones genéticas que ofrecen alguna ventaja persisten en el tiempo.

Una de las hipótesis existentes hasta ahora, era que el consumo de leche era absolutamente necesario. Gracias a ella se podían mantener valores de calcio y vitamina D en personas con una dieta pobre, rica solamente en cereales y que vivían en ambientes con poca luz, como les ocurría a los habitantes del norte de Europa.

Lo curioso de este estudio es que han visto que gran parte de los íberos consumían y toleraban la leche a pesar de ser poblaciones sin riesgo de niveles bajos ni de calcio, ni de vitamina D.

Los íberos consumían una dieta más variada y no tenían problemas de exposición a la luz solar -como es evidente- pero parece ser que nuestros antepasados bebían leche, ya que probablemente si ella habrían muerto de hambre: En la antigüedad comer no era tan fácil como en nuestros días.

Intolerancia a la lactosa

Sea por la razón que sea, aproximadamente el 35% de la población mundial tolera la lactosa, aunque esta proporción se divide de manera muy desigual en el mundo.

En China y en el sudeste asiático casi el 90% de la población es intolerante a la lactosa, mientras que en Europa, los índices de intolerancia varían de un 2% a un 30% de la población.

Las personas con intolerancia a la lactosa no la digieren bien, por lo que al tomar leche pueden sufrir molestias gastrointestinales muy diversas como puede ser flatulencia, retortijones o incluso diarreas.

El negocio detrás del “es malo tomar leche”

Así, mucha gente se autodiagnostica esta intolerancia cuando su diagnóstico se puede hacer fácilmente con un análisis de sangre.

De este auge de “intolerantes a la lactosa” se aprovecha también la industria alimenticia. Una industria que nos bombardea con bebidas alternativas para aquellos que han decidido no tomar leche, y que aunque lo parecen, no son siempre tan saludables por la gran cantidad de azúcares añadidos que llevan y la baja calidad nutritiva que tienen.

Mitos y verdades sobre el consumo de leche

Hasta ahora se había asociado un consumo adecuado de leche con un efecto positivo en el crecimiento y en la formación de los huesos de los niños, y en la prevención de la osteoporosis en los adultos.

Sin embargo, hay múltiples estudios que desmontan estas teorías e incluso algún estudio que relaciona el consumo elevado de leche con mayor riesgo de fracturas e incluso de mortalidad.

La leche y el calcio

El problema que puede tener no tomar leche, o derivados lácteos, es que son los alimentos que más calcio nos aportan. El calcio es un elemento fundamental para un adecuado desarrollo de los huesos, para la coagulación de la sangre, para la transmisión nerviosa o para la contracción muscular.

Es cierto que hay otros alimentos que nos aportan calcio como son las nueces, las espinacas,  los calabacines, los champiñones…pero en una concentración menor.

Aun así, no todo el mundo está convencido de que exista una relación entre el consumo de calcio y el desarrollo óseo.

Lo que parece actualmente evidente es que no existe relación entre el consumo de leche y la osteoporosis e incluso hay estudios que relacionan un mayor consumo de leche con mayor número de fracturas óseas.

El consumo de leche entre los niños y especialmente entre los adolescentes está disminuyendo en los últimos años.

Existen teorías que apuntan que la salud de los huesos en la madurez depende del hueso que formes durante tu crecimiento. Para demostrarlas, tendremos que esperar algunos años para ver que pasa con los huesos de estas generaciones que han crecido con un aporte menor de calcio del recomendado hasta ahora.

La leche y el IGF-I

El consumo de leche se ha asociado también con mayor o menor riesgo de desarrollar cáncer. Y es que en la leche existen diversas sustancias y hormonas como el IGF-I.

El IGF-I (insulin growth factor I) es un factor de crecimiento, es decir, un potenciador del crecimiento, por lo que podría propiciar estas enfermedades.

Tradicionalmente, se ha relacionado el IGF-I de la leche con el mayor crecimiento de los niños que la consumían, aunque este efecto podría ser secundario también al aporte de proteínas y de energía que tiene per se la leche.

Lo que sugieren algunos estudios, es que un elevado aporte de IGF-I podría propiciar el desarrollo de tumores que estuvieran latentes o en fase subclínica.

Pero en este punto, los científicos todavía no sacan conclusiones clarasEstudios realizados por la Fundación Mundial contra el Cáncer y el Instituto Americano contra el Cáncer relacionan el consumo elevado de leche con mayor índice de cáncer de próstata pero con una menor incidencia de cáncer de colón y del cáncer de vejiga. Por ahora no hay suficiente evidencia científica para llegar a conclusiones claras y no se puede afirmar que el consumo de lácteos deba evitarse para prevenir el cáncer.

Por otro lado, hay estudios que relacionan el consumo de leche con un efecto protector para el corazón, para los huesos y con menor tasa de infartos y de obesidad o con un efecto inmunoprotector o neutralizante de agentes cancerígenos presentes en otros alimentos.

Su consumo podría incrementar el riesgo de Parkinson o de anemia en la infancia.

Y es que la leche en sí es más compleja de lo que parece. Además de lactosa, calcio o IGF-I, posee infinidad de proteínas como la proteína whey, la caseína o la lactoferrina, relacionada con la absorción del hierro y con efectos antioxidantes y de fragmentos proteícos o péptidos con funciones en la transmisión celular.

La leche y las enfermedades autoinmunes

Aunque muchas personas recomiendan no tomar leche y derivados a personas con enfermedades autoinmunes o para prevenirlas, todas las revisiones de los estudios científicos realizados hasta ahora, demuestran que la leche no tiene un efecto negativo sobre los fenómenos inflamatorios.

Se ha visto, incluso, que el consumo de derivados lácteos fermentados, como el queso o los yogures, pueden tener un efecto antiinflamatorio. Por lo tanto, beneficiosos para la salud.

Aunque existen numerosos artículos que relacionan el efecto negativo del consumo de lácteos sobre el hipotiroidismo autoinmune o la enfermedad de Hashimoto, no hay evidencia científica sobre esto.

Por ello, mientras la ciencia no demuestre lo contrario, el consumo de leche y derivados como yogur, queso o kefir de calidad, no debe eliminarse de la dieta de aquellas personas que los toleren adecuadamente.

No se aconseja en ningún caso el consumo regular de derivados lácteos ultraprocesados con azúcares, aromas y demás ingredientes añadidos.

La leche y el colesterol

Se ha asociado desde hace años el consumo de leche y derivados de la leche con el aumento del colesterol. Sin embargo, ya hay muchos estudios que demuestran lo contrario.

De hecho, se ha demostrado que las personas que beben regularmente leche tienen niveles más bajos de colesterol y menor riesgo de enfermedad coronaria.

Lo que si es importante es no consumir derivados lácteos. Por ejemplo, yogures azucarados y de sabores, quesos ultraprocesados o postres lácteos que son responsables del aumento de peso y de colesterol de muchas personas.

Por ello, si te gusta la leche, puedes tomar leche entera sin temor a empeorar tus niveles de colesterol.

Lo fundamental es que la tomes de calidad. Y que si consumes sus derivados como el yogur, el kefir o el queso, no te fijes en cuanta grasa tienen sino que estén hechos con leche y nada más.

Si te gusta la leche y la toleras, bébela. Actualmente, parece tener más ventajas que desventajas para la salud.

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