Si quieres perder peso es evidente que necesitas comer un poco menos de lo que necesitas. Aún así no es necesario que nos centremos tanto en reducir un solo tipo de nutriente ya que, a la larga, lo más importante para conseguir resultados es la constancia en los cambios de hábitos.

Por eso, organiza tu dieta y tus menús con productos sanos y que no te falte la grasa, pero saludable.

Y es que las grasas, además de ayudarte a dar sabor a los platos, pueden ayudarte perder peso.

Aquí te doy 3 motivos para que la reduzcas pero no las elimines:

Te ayuda a perder peso

Se ha visto que se pierde más peso con las dietas que reducen menos las grasas que los hidratos de carbono.

Esto se debe a que los alimentos más grasos necesitan más energía para ser digeridos. Es decir que se “gastan” más calorías en asimilarlos.

Sacia más 

El efecto saciante de la grasa hace que tardes más en volver a comer.

Hay grasas con un efecto saciante mayor que otras. Por ejemplo, la grasa de las nueces o la del coco producen más saciedad que la del aceite de oliva.

También sacian más las grasas instauradas que las saturadas, es decir que te sacia más el aceite de oliva o la grasa de un pescado azul que la que hay en la mayoría de los dulces industriales.

Te ayudan a mantener la motivación

Las dietas muy bajos en grasas pueden ser las responsables de que nos cambie el humor cuando queremos perder peso y de que todo se nos haga cuesta arriba. Si tu estado de ánimo falla es posible que tires la toalla antes de conseguir tu objetivo. Y es que una adecuada ingesta de grasa es fundamental para el correcto funcionamiento de tu cerebro.

Eso sí, evita al máximo el consumo de grasas saturadas y grasas trans presentes en gran parte de la comida rápida y en la bollería industrial ya que su consumo se asocia con mayor probabilidad de depresión. En un estudio realizado en la Universidad de Pamplona se demuestra que  las personas con un consumo elevado de grasas trans y saturadas tenían un 48% más de riesgo de padecer depresión que aquellas que no la consumían. Sin embargo, aquellos que consumían mayor cantidad de grasa “buena” como la del aceite de oliva o la del pescado azul o los frutos secos tenían menos probabilidad de padecer depresión.

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